miércoles, 11 de agosto de 2010

Historia


Después del caos que sobrevino a la muerte del Cazonci vino la Colonia. Sobre el pánico de la gente poco podían hacer los pocos religiosos que vivían en Michoacán y que no habían podido impedir la crueldad y la injusticia de la muerte del soberano. Fray Juan de San Miguel estaba ya presente entre los evangelizadores; había venido e una segunda expedición de religiosos franciscanos a Michoacán probablemente entre 1528 y 1530. A él correspondió el mérito de la pacificación de Uruapan y el echar las bases para su nueva organización política y religiosa. Gran mérito suyo, en la historia colonial de Michoacán, es haber puesto las bases para la congregación de muchos de sus pueblos; el principal y prototipo de ellos fue éste de Uruapan.



La resistencia a la evangelización, en los indios michoacanos, estaba relacionada con la actitud abusiva de los españoles encomenderos, la venalidad de las autoridades que debían corregir los males y los excesos de crueldad de los últimos años. Precisamente la visita de don Vasco de Quiroga trató de corregir tamaños abusos y fu parte en ello la fundación del Hospital Pueblo de Santa Fe de la Laguna, según se atestiguó en ese famoso juicio de residencia en que depuso fray Juan de San Miguel.

Nuestra Señora de la Concepción de Uruapan fue el primitivo nombre que se impuso al convento que fray Juan de San Miguel comenzó a edificar en el pueblo semidestruido. En la primavera de 1535 estaba el padre San Miguel echando los cimientos de la iglesia y convento de Uruapan al mismo tiempo que pensaba en a mejor manera de poner en práctica una serie de iniciativas para mejorar la vida civil, económica y religiosa de su comunidad.





 

La traza y el orden de un nuevo pueblo, en el hermosos sitio que ocupaba Uruapan, va cobrando cuerpo en la mente del fraile y a medida que se avanza en las obras del convento y de la iglesia se comienzan a dar los pasos necesarios para realizar tan audaz proyecto.

Fray Juan de San Miguel comienza por congregar en Uruapan a algunos de los pueblos sujets a él para brindarles mejores oportunidades para su vida cristiana. No se sabe a punto fijo cuáles pueblos de ls descritos en el informe de Carvajal vinieron a ocupar los lugares que San Miguel les había dispuesto para una convivencia pacífica en sus propios barrios. Quizá el número de nueve barrios corresponda precisamente a otras tantas comunidades trasladadas al nuevo lugar de habitación, y quizá estuvieron también otros, como el de San Lorenzo o Narín, que regresaron a sus primitivos sitios. Hay tradición en Charapan que ellos también formaron parte de Uruapan, al tiempo de esta congregación. En 1565 se mencionan como pueblos sujetos a Uruapan los de San Lorenzo, Santa Catarina, San Gregorio Taciran, Xicalán, Corroi y Churapan debiendo suponer que si estuvieran allá congregados, ya habían vuelto a sus primitivos lugares quedando, sin embargo, los nueve barrios en que seguirá organizado el pueblo.

Fray Juan de San Miguel fundó el pueblo en el mejor lugar que contenía todo aquel valle, y que tiene todo el reino de Michoacán; repartiendo la población en sus calles, plazas y barrios con la mejor disposición que pudiera la aristocracia de Roma, dando a cada vecinos su posesión, mandando desde luego hiciese casas y huertas, plantando de todas frutas, plátanos, ate, chicozapote, mamey, lima, naranja, limón real y centil; y así no había casa de indio que no tuviera a todas estas frutas y agua de pie para la verdura. Había dentro de este pueblo, además del río, otros muchos ojos de agua, con que pudo este siervo de dios encañarla por todas las calles y casas del pueblo, sin que hubiera alguna que no la tuviera y así todo el año había fruta y verdura, por ser la tierra fértil y tanto, que en todo su circuito se estaba sembrando, cogiendo, espigando y naciendo el trigo en todos los tiempos del año, porque ayudaba la fertilidad del suelo. Siempre estaba dando fruto y así se veían e todo el contorno a unos segando, a otros sembrando y a otros aventando el trigo, a un mismo tiempo. Y es razón porque a las cinco de la tarde se levantaba una marea tan suave y fresca, que estorbando las inclemencias del cielo, dura hasta las cinco de la mañana y así nunca yelaba, con que se había conservado el pueblo.

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