El Lienzo de Jucutacato es uno de los documentos a establecer en la historia antigua de Uruapan y su rumbo. El lienzo es un tejido muy fino de fibra de algodón que mide 2 metros 63 centímetros de largo por 2 metros y 3 centímetros de ancho. Todo el lienzo esta sembrado de inscripciones e letras europeas y en lengua náhuatl; la forma y el estilo de aquellas acusa a una época muy cercana a la Conquista
El códice trata de la migración de un grupo (no necesariamente numeroso) de artífices nahuas (llamado tlacoccalca), que, procedente de las playas de Veracruz van luego a Valle de México y de ahí a la zona de Zacapu y a las cercanías de Uruapan, en la zona teca de Michoacán hasta establecerse en Xiuhquillán de donde más tarde partirán cuatro expediciones o movimientos migratorios, tres en busca de minas (una hacia Coalcomán y dos hacia la zona cuitlateca de Guerrero) y una más hacia Pátzcuaro para establecer quizá un gremio de orfebres en el corazón del señorío tarasco.
Este precioso manuscrito que recoge las tradiciones indígenas sobre la antigüedad de los purhépechas, es también documento que nos da noticias de la época prehispánica de Uruapan. Fue recopilado alrededor de 1540 por el fraile franciscano fray Jerónimo de Alcalá colaborando con él los sacerdotes paganos y los ancianos sabios de Tzintzuntzan quienes proporcionaron el recuerdo de sus tradiciones que, organizadas por el fraile, fueron presentadas a don Antonio de Mendoza, virrey entonces de la Nueva España.
Por este documento se sabe que aún antes de ser Uruapan anexado al señorío del triunvirato Pátzcuaro-Tzinzuntzan-Ihuatzio, hacia el año 400, ya existía como lugar, pues de allí, se dice, era originaria la cacica Quenomen que se casó con Carocomaco señor de Xacapu, antes de la Conquista qur los señores del lago hicieron de los pueblos de la sierra.
Cuando los señores que suceden a Tariácuri: su hijo Hiquíngares y sus sobrinos Iripan y Tangáxoan, deciden la expansión de su señorío sonfían a sus aliados, isleños de la laguna, la conquista de Uruapan que desde entonces se anexa, juntamente con Paracho y otros publos de la sirra, al señorío del labo de Patzcuaron. La desolación de la guerra ponía en peligro ragión tan productiva por que los conquistadores se decidieron a restablecer a los señores naturales. En el excepcional lenguajes de la Relación se describe ese omento tan importante en que los reyes invitaron a volver a su vida ordinaria a las poblaciones conquistadas diciéndoles:
“Id, tomad vuestros pueblos, morad en ellos como antes y tornad a tomar sus árboles de fruta y sus tierras y sementeras. ¡Basta ya! Nuestro Dios Curicaueri ha usado liberalidad y os lo toma.
Traed leña para sus cúes y cavbadsus sementeras para la guerra y estada espaldas de sus escuadrones y acrecentad sus arcos y flecas y libradle cuando se viere en necesidad.
Y todos respondieron que así lo harían y lloraban todas las viejas y viejos y muchachos y fueronse todos a sus pueblos. Y no hacían asiendo los pueblos y no estaban tenían regidores y cabezas, que se meneaban los pueblos y no estaban fijos, y de continuo estaban temiendo y alterados.
Fu el cacicazgo de Uruapan renglón importante, por la organización del imperio tarasco, desde él se controlaba una importante zona hacia la tierra caliente, se supervisaba la industria del cobres y fue buscado lugar de refugio para los soberanos al tiempo de la invasión española en Michoacán. Ciertamente pertenecen a esos grupos tecos los antiguos pueblos de Jícalan y Jucutacato, la influencia sobre ellos de la región lacustre y serrana hizo que cultural y lingüísticamente fueran lentamente asumidos en el estilo purépecha.
En Uruapan, buscó refugio el último Cazonci al final de su corto reinado, en la incertidumbre de la invasión española a Michoacán. Tzinzicha Tangáxoan hijo del rey Zuanga había heredado un reino amenazado y dividido en facciones que lo hicieron adoptar actitudes crueles hacia los demás pretendientes al gobierno a quienes eliminó. La Relación de Michoacán, cuenta esos meses de angustia que se vivieron en Michoacán y la lenta pero inexorable absorción de estas tierras por el conquistador de Tenochtitaln, Hernán Cortes; algunos nobles recomendaban la resistencia mientras que otros eran favorables a la sumisión pacífica. El soberano adopto una postura indecisa semejante a la de Moctezuma y creyó que ocultándose iba a pasar el peligro que amenazaba su reino.
La jurisdicción del Uruapan prehispánico se trata de la visita que hizo a esta región, el juez español don Antonio de Carvajal a finales de 1523.Los conquistadores apenas empezaban a darse cuenta de la enorme riqueza y posibilidades de la provincia de Michoacán que se les había entregado pacíficamente, urgía un inventario de tributarios y una exploración que permitiera premiar a los que habían colaborado en la conquista de la Nueva España. El visitador Carvajal llegó a Uruapan y de inmediato comenzó su visita apuntando los pueblos que estaban sujetos a ese cacicazgo. Es está la primera y última noticia escrita que ponen contacto con el Uruapan prehistórico.
Francisco de Villegas fue el primer encomendero de Uruapan por merced que se le hace el 25 de agosto de 1524. Él debió encariñarse pronto con su encomienda y no precisamente por la belleza del lugar y sus posibilidades de cultivo en tan dotada zona de buen clima y aguas abundantes, sino más bien con la riqueza humana que le ofrecía posibilidades para desarrollar negocios más productivos. De entre sus súbditos iba a sacar gruesa leva, para os trabajos de las minas o para emplear su fuerza en producir bastimentos que luego se pudieran realizar a muy buen precio entre los mineros. La minería había seducido a la mayor parte de los que habían venido a conseguir capitales rápidos sin exponerse a las eventualidades de la ganadería o la agricultura.
La codicia de Villegas y de otros de los favorecidos con encomiendas los llevó a extremos de explotación de la comunidad indígena que pusieron en pie de guerra a los indómitos indígenas michoacanos, situación que hizo necesaria la visita del Bachiller Juan de Ortega quien, apoyado en la fuerza de las armas, quiso someter a los indios en revuelta y trató de corregir los abusos que motivaban los encomenderos, habían sido asesinados por los indios en distintos puntos.
Testimonios de los contemporáneos relatan con detalles los métodos suaves de Ortega para someter a los indios: esclavitud, aporreamiento y quema. Pero al menos la visita puso un freno a la explotación incontrolada del encomendero Villegas que recibió medida para lo que debía de exigir a sus encomendados y que consistía en 200 cargas de maíz, ají y frijoles que a costa de los tributantes se debían poner en las minas cada veinte días.
La ambición de encomendero tendía a crecer hasta topar con la justicia real o con la de otro español igualmente avariento y avorazado. Tal es el caso de don Francisco Villegas que había querido ampliar sus derechos sobre otros pueblos del rumbo que hubo quien le disputara, así cuando además de Uruapan empezó a cobrar los tributos de Capacuaro y Sevina le salió al paso don Juan Infante encomendero de los pueblos de la Laguna de Pátzcuaro con quien tuvo que entablar pleito.
La muerte del Cazonci entraba en los cálculos de los encomenderos de Michoacán y el de Uruapan tomó su parte.
La antigua autoridad indígena no dejaba de interferir con su presencia en los inconmensurables sueños de riqueza de los españoles avecindados en Michoacán, que la querían pronta, abundante y a cualquier precio. Las acusaciones contra el soberano destronado llegaban continuamente al centro, fue necesario que ocupara la autoridad alguien como Nuño de Guzmán, que no les iba a la zaga en ambición, para que se resolviera su muerte pagando su sumisión pacifica y el haber sido señor de tierra tan promisoria.
El encomendero Villegas sentía particularmente fuerte la influencia n su territorio de don Francisco Tangáxoan y es él el primero que se aprovecha de tan buena coyuntura para liquidar lo que sentía se oponía a su control absoluto en Uruapan. Haciendo caso a las acusaciones y con el deseo de alcanzar buena tajada, el presidente de la Audiencia Nuño Beltrán de Guzmán, hace venir a México al Cazonci y chantajea su libertad haciéndolo pagar a precio de oro la promesa de dejarlo libre.
Quería extender al doble lo que actualmente se poseía y organizó así la conquista de la Nueva Galicia, pero para adentrase en tamaños sueños debía contar con el control absoluto de Michoacán, que daba muestras de cansancio de los abusos españoles.
Los preparativs de la expedición lo hicieron retener junto a sí al Cazonci y una vez que logró erolar en su empresa a todos los demás de entre los españoles de la ciudad, emprende camino a su conquista tomando el de Michoacán. Una vez llegados a Tzintzuntzan, con el monarca michoaque prisionero, se inicia su proceso y toca al encomendero Francisco de Villegas presentar la acusación formal contra don Francisco Tangáxoan. Sus cargos eran haber interferido el Cazonci en el funcionamiento adecuado de las encomiendas reteniendo a los señores de los pueblos en su corte, sobornar a las justicias españolas para que no lo castigaran según la petición de los encomenderos; se agregaban a lo anterior el que era en lo oculto idólatra, a pesar del bautismo recibido, que tenía costumbres sodomíticas y que había favorecido o solapado las muertes de los españoles por los indios.
Villegas encabezó el grupo de acusadores y se preocupó de presentar testigos para lograr la condenación del reo.
Contra el Cazonci se vuelven a sus propios súbditos amedrentados por las torturas y uno de ellos, don Pedro Panza que le sucederá e la gobernación indígena de Michoacán y que había gozado de las confianzas del soberano, al grado de considerarlo su hermano, es quien viene a dar fuerza a los acusadores españoles.
El 14 de febrero de 1530, se cumplió la sentencia de muerte dada contra el último rey de Michoacán, su ejecución trataba de no ocultar el gozo de quienes lo habían procesado, pues además de ser arrastrado por un caballo, después de martirizarlo para que confirmara las acusaciones que le hacían, se le estranguló y su cuerpo fue quemado con orden expresa de regar sus cenizas. La tragedia del Michoacán indígena quedaba sellada con la muerte de su soberano.
Con la muerte de don Francisco Tangáxoan culminaba un largo periodo de lucha de los encomenderos para someter a sus órdenes totalmente a los nativos, pretensiones que juzgaban entorpecían los nobles indígenas encabezados por su rey; así, a principios del verano de 1529 (25 y 28 de junio) se acusaba a los antiguos caciques de despoblar las encomiendas, de sembrar campos para la casa real indígena en los distintos pueblos y que debían atender los indios sus señores. Se quería, con la desaparición del Cazonci, cerrar un capítulo de la historia de un pueblo y hacerlo entrar de lleno en la colonia.
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